José Antonio Del Valle pensó que asociarse con Coca Cola Company para comercializar su bebida Go Gaba lo llevaría a alcanzar el éxito después de años de trabajo; lo que en cambio encontró fue el exilio, acoso y procesos judiciales que no avanzan.
Estoy sentada en la oficina de mi departamento en la Condesa que está vacío, excepto por una silla que rueda sobre el piso de parquet. En la televisión están pasando un documental dónde escucho testimonios de ex empleados de Coca-Cola FEMSA que acusan a los embotelladores de contratar paramilitares de derecha para asesinar a sus colegas por intentar afiliarse a un sindicato de trabajadores.
“HASTA LA FECHA HAN SIDO ASESINADOS 11 TRABAJADORES DE COCA-COLA EN COLOMBIA ASOCIADOS AL SINDICATO SINALTRAINAL.”
A través de la puerta abierta de mi balcón, una torre brilla en Paseo de la Reforma. La grabación de la voz de una niña resuena por las calles ofreciendo comprar colchones, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo. Alguien está tocando la puerta, vendiendo agua purificada. Otra persona está gritando en el edificio, ofreciendo recoger basura.
Repito la pregunta y pido disculpas a José Antonio, que está al otro lado del teléfono.
“No soy el tipo de persona que se asusta, y creo que eso es algo que ellos entienden en este momento. Han estado tratando de asustarme e intimidarme desde el principio. Es difícil olvidar lo que nos dijo Javier Correa, Presidente de SINALTRAINAL en Colombia. Primero te estigmatizan como lo malo, cuándo eso no funciona te inician un proceso de judicialización, después comienzan los mecanismos de amenaza directa, y si es necesario te asesinan.
A veces, no sé qué decir. No hay guión para nada de esto. Nadie te dice cuál es la respuesta correcta cuando alguien te dice que lo están siguiendo y amenazando a través de diferentes zonas horarias. Que personas extrañas con máscaras de esquí vigilan su casa por la noche y vehículos cuya marca es difícil de identificar se estacionan afuera de su casa. Diferentes vehículos, mismos individuos. Llamaron a la policía y el operador declaró la amenaza como una emergencia. José tuvo que contratar protección personal, ex militares y policías. Es caro. Especialmente en lugares fuera de México.
Capital hundida
El antiguo terreno sobre el que se construyó la Ciudad de México pertenecía a los aztecas y alguna vez fue un lago pero el agua se drenó y los cimientos se debilitaron. Los edificios estaban fracturados. El olor a alcantarillado persistió. El acceso al agua potable se hizo cada vez más difícil.
El país fue invadido por cárteles y protestas y asesinatos por motivos políticos. Los niños vendían sandía condimentada a millonarios que vivían a kilómetros del centro de la ciudad, donde las comunidades de directivos de empresas aislados y observados agitaban sus manos sobre las mesas descartando los beneficios del CBD, mientras sus refinadas esposas de sociedad colocaban una tintura contrabandeada de THC junto al té de manzanilla que yo estaba bebiendo.
Era un país de contradicciones. Era México en el cálido invierno de 2021 y se les tomaba la temperatura a todos, y los restaurantes estaban vacíos, y los meseros se veían apáticos mientras la otra mitad del país reservaba vuelos a Houston o Miami para una vacuna que prometía salvar vidas. El Presidente Andrés Manuel López Obrador transmitía sus opiniones diariamente, por televisión, a través de conferencias de prensa matutinas. Los estadounidenses huían de su propio país en busca de algo. ¿Qué? No lo sabían. No estaban seguros. Nada era seguro, excepto que habían perdido la fe en sus propios líderes y estaban divididos, mal informados y mal diagnosticados, pero México continuaba sin restricciones fronterizas, así que cruzaron.
Y tal vez porque no sucedía mucho más en mi propio país, excepto la sanación de injusticias raciales, asesinatos, disturbios y enfermedades y tiendas de campaña llenas de personas sin hogar, decidí ir a México. A un país que dejé con cálidos recuerdos cuando era adolescente y cuestioné por qué sentía que había logrado algo al prosperar en una escuela donde se dibujaba una línea delgada pero evidente sobre las bloques de terracota, separando a los hijos de los candidatos presidenciales de los estudiantes becados, de los adolescentes de famosos traficantes de armas y comerciantes de arte y traficantes de drogas y yo, hija de expatriados estadounidenses que hablaban el idioma de su país recién adoptado, porque ellos mismos eran inmigrantes.
Cuando fui por primera vez a México en ese cálido invierno de 2021, ni siquiera sabía lo que quería encontrar, así que me quedé un rato, hice algunos amigos nuevos y me conecté con algunos viejos.
Una de las cosas que más disfrutó José Antonio del Valle cuando era niño fue admirar las banderas pertenecientes a diferentes países del mundo. Memorizó la mayoría de ellas y le gustó estudiar los colores y diseños distintivos mientras imaginaba las maneras en que vivían otras personas. Su propia casa en el distrito sur de la Ciudad de México estaba detrás de un muro que lo protegía de la violencia, el resentimiento y el estancamiento que plagaban a la mayoría de las personas en su país, aquello que en su mayoría veía detrás de la ventana de un automóvil conducido por chofer o conocía solo por el personal que empleaba su familia. “Ya cuando era niño, me hacía todas estas preguntas y, para ser honesto, nunca pensé que sería víctima de mi propio país”.
Hoy en día, nadie sabe realmente dónde vive José. Algunas personas creen que está en Japón, otros piensan que está en Alemania, y él da la bienvenida al misterio porque es necesario. “Lo que paso todos los días es una lucha, donde tengo motivaciones y tristezas profundas que se relacionan con un ideal, que es la justicia”. Perdió su negocio, su país y su familia debido a una batalla legal en curso con “The Coca-Cola Company».
El viaje
Durante un viaje de negocios a Asia, mientras exploraba los mercados locales, José Antonio se encontró con GABA, un aminoácido que promueve la reducción del estrés y la concentración mental. Trajo el suplemento en su forma más natural a México, y junto con su equipo pasó más de 10 años desarrollando el producto que se convertiría en la revolucionaria bebida, GO GABA, una “bebida para el desempeño mental” reconocida por Google por su Alto Potencial (HiPo).
Al principio fue un sueño. Cuando se presentó la oportunidad de hacer equipo con “The Coca-Cola Company”, el joven empresario no podría haber estado más feliz. Como la mayoría de nuestra generación, José Antonio creció viendo comerciales de Coca-Cola que prometían unir al mundo. La compañía gasta un promedio de 4 mil millones de dólares al año en publicidad a nivel mundial y ha sido criticada por producir espectaculares publicitarios dirigidos a comunidades indígenas, pero algunas de sus campañas más exitosas se reprodujeron en 80 países y fueron traducidas a 20 idiomas.
José consumía la bebida diariamente, sin considerar los peligros ni comprender las medidas extremas que la compañía había tomado para preservar su imagen. La idea de trabajar con Coca-Cola era atractiva, incluso ideal, pero el comportamiento de los ejecutivos fue sospechoso desde el principio.
“¿Por qué no lo ponemos aquí?”, el vicepresidente de Coca Cola señaló una servilleta que estaba debajo de una taza de café, “lo que José Antonio quiera, simplemente pónganlo aquí y firmémoslo ahora …”
En una temprana reunión en lo más alto del imponente edificio BBVA en la Ciudad de México, los banqueros se rieron y, de acuerdo con José, dijeron: “Nos gusta que estén emocionados pero no podemos firmar un contrato en una servilleta. Demos el tiempo necesario para obtener un contrato adecuado”. Los experimentados banqueros de inversión eran grandes partidarios del proyecto GO GABA y ya habían acordado recaudar 28 millones de dólares para llevar el producto a 50 países. El banco propuso entonces un acuerdo con Coca-Cola como alternativa a la financiación. Las capacidades de marketing y distribución de la compañía no tenían precio, y en el beneficio de su negocio, José Antonio aceptó.
En 2017, se firmó un acuerdo para que The Coca-Cola Company (su subsidiaria mexicana) y sus partes relacionadas, afiliadas, accionistas, directores y empleados no pudieran competir de ninguna manera con ninguna bebida cuyo concepto fuera igual o sustancialmente igual a GO GABA.
Durante meses, José trabajó junto con altos ejecutivos de Coca-Cola aportándoles su visión, conocimiento y “know how”, como lo establecía el acuerdo. Unos meses más tarde, recibió un correo electrónico. “Me enviaron un nuevo contrato que pretendía cambiar la mayoría de las cosas importantes que ya habíamos acordado, y lo justificaron diciendo que tenemos que acordar ciertas métricas para desarrollar el negocio. Pero ese contrato no tenía sentido, era unilateral y abusivo, por decir lo menos”.
Trató de hablar con Coca-Cola sobre Fanta GABA, y el mismo ejecutivo propuso otro acuerdo (por este punto un tercero), limitando la prohibición a nivel mundial de Coca-Cola a México. Pero ya les había dado todo. José Antonio sintió que no tenía más remedio que presentar denuncias penales por fraude y robo de propiedad industrial, tanto a nivel local como federal. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX), que investiga a este último, concluyó a través de un dictamen oficial, que José Antonio del Valle Torres había sufrido pérdidas por un monto de $345 millones de dólares. La compañía respondió con su propia demanda civil en contra de José Antonio que fue presentada por el hijo del Ex Presidente del Consejo de Administración de BBVA Bancomer, el banco que negoció la alianza entre GO GABA y Coca-Cola.
La batalla
Han pasado casi cinco años desde que comenzó la batalla entre José Antonio y Coca-Cola, y con el tiempo han ocurrido cosas extrañas, a veces inexplicables: varios ejecutivos de Coca-Cola fueron citados como testigos, pero nunca aparecieron. Otros fueron promovidos inmediatamente dentro de la empresa y se fueron de México para trabajar en diferentes países. Manuel Arroyo, el presidente de Coca-Cola en México en aquel momento, se convirtió en el Director Mundial de Mercadotecnia. Selman Careaga, ex vicepresidente de marketing de Coca-Cola en México, se convirtió en el Presidente Mundial de la marca Coca-Cola con sede de Atlanta, mientras continúa en desacato a las autoridades mexicanas. A su vez, Galya Frayman Molinas, Vicepresidente Global Senior de Estrategia de The Coca-Cola Company fue degradada a Presidenta de Coca-Cola en México. Algunos dijeron que fue enviada como “componedora”, pero después de ser citada por el ministerio público, desaparecería de México y posteriormente de la compañía por completo.
La FGJCDMX declaró que la denuncia penal por fraude estaba fuera de su jurisdicción, transfirió el caso a la Fiscalía General de la República (FGR), solo para que fuera rechazada y regresada a la FGJCDMX.
La Visitaduría Ministerial de la FGJCDMX declaró que un agente del ministerio público realizó numerosas irregularidades mientras realizaba la investigación y tendría que corregirlas. Tiempo después la FGJCDMX determinó el no ejercicio de la acción penal, de manera simultánea, en las dos carpetas de investigación. Ambas decisiones fueron revocadas por Jueces de Control.
Casi otros cinco años y ni siquiera se ha celebrado una audiencia preliminar. Faltan pruebas. Faltan testimonios. Falta gente. Si en realidad se cometió un delito, eso es algo que no se puede determinar pues el caso nunca se ha presentado ante un juez. Las autoridades mexicanas todavía están investigando, qué exactamente investigan, sigue siendo un misterio.
En una de las conferencias de prensa del Presidente López Obrador, el Secretario de Marina, José Rafael Ojeda, criticó a los jueces al declarar que en muchos casos de crimen organizado parece que el poder judicial es el “enemigo” del Estado. “No tenemos muchas ayudas de jueces y ministerios públicos. Tenemos que cerrar bien el círculo porque si no, se nos van”, dijo Ojeda.
Los círculos en México se extienden mucho más allá de su radio. Las leyes de la geometría no se aplican. Estos círculos se doblan y se agrietan. No todos los puntos están a la misma distancia de enmedio. El centro no se sostiene. Pero se venera su forma y lo que representan, como la Luna y el Sol en Teotihuacán.
Cada año, James Quincy, Presidente de la compañía Coca-Cola, organiza la Junta de Accionistas, misma que en los últimos años ha sido virtual. Coca-Cola afirma que están “comprometidos a garantizar” a los inversionistas los “derechos y oportunidades para participar” formulando preguntas durante la reunión. Hace dos años, cuando se hizo una pregunta sobre las denuncias penales presentadas por José Antonio, el tema fue evadido y la reunión terminó abruptamente cuando todavía quedaba tiempo. El año pasado, un accionista formuló una pregunta similar. Nadie en “The Coca-Cola Company” respondió a la pregunta.
Hotel California
Quiero decirle a José que está siendo demasiado cauteloso. Tal vez esto sean solo nervios. ¿Se está cuidando a sí mismo? ¿Está comiendo bien? La meditación ayuda. Pero cuando sabes lo que sabes sobre “The Coca-Cola Company”, y de lo que son capaces las corporaciones en países donde la corrupción es moneda corriente, comienzas a cuestionar todo.
Este no es un extraño, una persona a la que puedo descartar. Lo conozco. Ambos andábamos por los mismos pasillos en la escuela secundaria. ¿Recuerdas el tragaluz? ¿Al niño que desvestían todos los días, hasta dejarlo en ropa interior, para rociarlo con agua? José y yo veníamos de buenas familias. Pasamos vacaciones en Acapulco. Fuimos a las mismas fiestas. Se llamaban “comidas” y se realizaban en espacios abiertos en diferentes partes de la ciudad, como estadios taurinos vacíos y mansiones desiertas que se encontraban en el mercado inmobiliario; recuerdo haber recorrido una de ellas con mi familia cuando llegamos por primera vez a la Ciudad de México. Comía “Zucaritas” de desayuno todas las mañanas, en un hotel cerca de El Ángel. Recuerdo años más tarde, subir las escaleras de una de estas casas con tequila en una mano y Marlboro rojo en la otra, pensando que tal vez podría haber vivido en la habitación del tercer piso.
Las ventanas de vidrio abarcaban la casa. A través de ellas el cielo era oscuro y gris, siempre a punto de llover. El pasto era verde en estas partes de la ciudad. Dondequiera que voltearas, la gente se reunía en círculos. Niños con pantalones de mezclilla Armani y camisas Gucci eran parte de ellos. Todos representaban algo. Una familia famosa. Una industria. Susurros sobre algo ilegal. Mucho de eso tenía que ver con el dinero. Y poder. Dentro de uno, fuera del otro. Los círculos mexicanos rara vez se sobreponen.
Hace un par de años, José desarrolló condiciones médicas potencialmente mortales. Los médicos no podían explicarlo. Los informes de calidad del aire demuestran que el aire en varias casas diferentes en las que vivía era peligroso y los hogares inhabitables. Durante un período de cuatro años, ha estado en más de 20 casas en cuatro países diferentes. Comenzó una lista de reproducción musical para recordar momentos, en lugar de escribirlos. Hay 1.166 canciones en total.
Esta realidad que amenaza su vida fue reportada en ambas Cámaras del Congreso de la Unión por una ONG filial de las Naciones Unidas. Los congresistas miraron para el otro lado. Algunos favorecen silenciosamente a la poderosa compañía de refrescos que cuenta entre sus asesores a ex presidentes mexicanos, y entre sus empleados a secretarios federales de administraciones anteriores. Otros políticos simplemente están asustados.
“Relájate”, dijo el hombre de la noche.
“Estamos programados para recibir
Puedes pagar cuando quieras
Pero nunca puedes irte”
The Eagles
“Hotel California”
Alguien con un fuerte acento colombiano está hablando. Todavía estoy viendo el documental “The Coke Cartel”. La filmación está granulada. Es Javier Correa. Pregunto si esta es la misma persona que José mencionó.
“Sí, ahora está protegido. La Organización de Estados Americanos solicitó al Gobierno Colombiano que lo protegiera. Pero solo después de que varios de sus colegas fueron secuestrados, torturados y asesinados”. Después de aparecer en “The Coke Cartel”, que ha recibido 7 premios internacionales, Correa fue despedido por Coca-Cola FEMSA.
Paraíso perdido
México, la tierra del sol azteca, es un país donde la justicia simplemente no existe. El mismo Presidente López Obrador ha declarado que desde su punto de vista el problema con el Poder Judicial es que “protege y ampara solo a las élites, a los potentados, o a los representantes de la llamada clase política, o a los dueños de las grandes corporaciones”.
Hay cosas que José simplemente no puede comentar. Algunos detalles deben dejarse vagos. Pero lo que queda claro es que ha salido herido, pero más sabio. Vigilante pero con buenos cimientos.
“Nunca pensé que experimentaría esto. Sin embargo, mi caso se relaciona con una corporación tan influyente, en una balanza de poder tan desequilibrada, que esto me pone exactamente en el mismo lugar que las personas menos favorecidas en la ecuación social mexicana. Esto se ha convertido en una oportunidad para relacionarme y conectar con el sentimiento general de mi país. Un sentimiento de abandono, dolor e injusticia social. Me ha transformado.
Le pregunto cuáles son sus planes cuando todo termine y este caso quedé atrás.
“Solía coleccionar fotos de la prensa; tenía una de John F. Kennedy. Una foto original en blanco y negro. Una foto de perfil, que parece impecable. Sin embargo, junto a la foto hay una descripción “detrás de cámaras” sobre él corriendo a la entrevista sin corbata. Tomó prestada la corbata del fotógrafo, del periodista, y se la puso para la entrevista. Le hicieron la misma pregunta. Lo mismo que me acabas de preguntar: “Señor Presidente. Usted es muy joven. ¿Qué hará cuando termine su Presidencia? Y él contestó: “Tal vez me gustaría hacer algo completamente diferente.” No mucho tiempo después lo asesinaron. “Cada vez que salía de la ducha en esa casa que nunca volveré a ver, miraba esa foto. Así que realmente no me gusta la pregunta, pero es superando estos miedos cómo nos volvemos más fuertes para eventualmente volar hacia el destino que todos nos espera”.
*Jessica Amodeo es una escritora independiente con experiencia en campos que van desde el periodismo impreso hasta el desarrollo de guiones en Warner Bros. Studios. Pasó sus años de formación tanto en Los Ángeles como en la Ciudad de México. Jessica se graduó del programa MFA en Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York y estudió Poesía en el Taller de Escritores de la Universidad de Iowa. Su obra más reciente fue publicada por Hat & Beard Press y Poems for the Revolution.