Por: Lino Enrique Ávila Núñez
Estos días, estos años, que transcurren vertiginosos como resultado de la cultura de la inmediatez, están marcados por un extensa y profusa oferta informativa («bombardeo», señalarán algunos).
Los acontecimientos de nuestra colonia y del mundo están a un toque de pantalla.
La facilidad con la que nos informamos es posible por el incesante desarrollo de la tecnología, principalmente la de dispositivos móviles; pero sobre todo porque detrás de los chips y los procesadores existe un ejército de profesionales que ofrecen lo mejor de sí (incluso la vida) para acercarnos los acontecimientos más relevantes de todas partes, en todo momento.
Los periodistas son nuestros cinco sentidos en cualquier rincón del planeta, por ellos somos testigos del sinfín de sucesos que ocurren a lo largo de un día. Son también, voluntaria o involuntariamente, nuestra conciencia, pues son un referente para entender los hechos que tienen importancia en nuestra vida.
Los periodistas son nuestro contacto con la historia más cercana y, en ocasiones (muy a menudo, diría yo) son nuestros ojos hacia el futuro. Sobre todo cuando su trabajo lo hacen apegados a una ética en la que anteponen lo social a lo particular.
La democracia, la defensa de los derechos humanos, la inclusión, el cuidado ambiental y la equidad son algunos de los muchos temas en los cuales podemos avanzar como colectividad gracias al vasto trabajo de comunicación que le precede.
Tengo la fortuna de contar con buenos amigos dentro del gremio periodístico desde hace rato. De todos ellos aprendo cuando los encuentro en una plática, en alguna nota o alguna columna. Los periodistas me han ayudado a fortalecer mi formación profesional y humana. Por eso les guardo un profundo respeto y admiración.
Desde el conductor amateur que reporta una pequeña fuga de agua a través de Facebook, hasta el que nos informa del conflicto Rusia-Ucrania a través de CNN, todos son dignos de la más alta consideración, en tanto se apeguen a la veracidad. En cada profesional de la comunicación cobra pleno sentido, más y más conforme avanzamos en este siglo XXI, la frase «La verdad nos hará libres».
Por eso nos aflige tanto la muerte de periodistas, por razones relacionadas con su labor de investigación u opinión. Siempre será lamentable que la violencia nos arrebate una parte de nuestros sentidos y de nuestra conciencia como sociedad.