Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas
Sólo existen dos tipos de líderes en todos los sectores económicos: los prudentes y renuentes a implementar cambios trascendentales y quienes se arriesgan y se anticipan a las irrupciones. A los primeros los guía la mesura. A los audaces la convicción de lograr más y mejores cosas. Por supuesto, éstos últimos son los que logran crecimientos espectaculares.
Ahora, la gran diferencia entre unos y otros es el grado de coraje que poseen. La palabra no es sinónimo de ira. Es la calidad que buscan en los ejecutivos en este momento tan desafiante.
El coraje en este contexto significa tener la confianza y la fortaleza para tomar una decisión cuando no hay una respuesta obvia correcta o incorrecta. Significa hacer lo mejor para la empresa, incluso si la decisión resulta impopular. Significa apegarse a los valores declarados, incluso si eso tiene un costo para la posición en la empresa, porque se negó a seguir un plan que detectó que estaba mal.
A la par existen líderes que juegan a lo seguro, permanecen bajo el radar sin correr riesgos. Son los hipocráticos, los que buscan a toda costa mantener el status quo para no dañar.
Sin embargo, ascender, implica actuar y tomar grandes decisiones.
Aunque es común para muchos esperar más información para decidir, la determinación y coraje para actuar en este momento resulta una característica fundamental para generar resiliencia y crecimiento empresarial. El estancamiento, por temor o pridencia, marca el retroceso, obsolescencia y muerte corporativa.
Ahora, la autoconfianza no es un don predestinado o fortuito. Implica el dominio de diversas áreas técnicas y conocimiento del negocio y del contexto. Un punto crucial es tener una opinión sobre lo que se discute. Esto es fruto de la comunicación continua con el equipo de trabajo.
Tampoco debe desdeñarse la valentía: visibilizarse o “sacar el cuello” conlleva el riesgo de equivocarse o fallar. Muchos CEOs y líderes senior buscan promover gerentes que fracasaron y pueden demostrar que aprendieron de la experiencia. Quieren líderes que den grandes cambios y, si tropiezan, descubran qué salió mal.
Sin embargo, existe un rechazo unánime a contratar a los líderes temerosos y dubitativos, aquellos que se escudan en la precaución y dejar ir oportunidades a raudales.
Si antaño se privilegiaban los currículums con una trayectoria suave y un historial consistente de éxito, hoy se persiguen aventureros y visionarios, los líderes llenos de pasión y coraje que sacarán del atolladero a las instituciones.
Finalmente, las personas que no toman malas decisiones son indecisas y reacias al riesgo. Son las que las organizaciones no requieren en este momento, lleno de cambios y adecuaciones a entornos volátiles e incertidumbre. No queremos hipocráticos sino líderes que no teman equivocarse, dicen las empresas.