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SALUD LABORAL/ Microagresiones

Por Joana Elizabeth Salinas, socia directora de Coperva, firma líder de recuperación de cartera vencida.
En sistemas presenciales, híbridos y en tele trabajo, aumentan las microagresiones, una peligrosa tendencia que socava la Norma 035 e incide negativamente en el ambiente laboral.
Los insultos encubiertos iniciaron entre las minorías negras en Estados Unidos, pero pronto se “popularizó” su dañino uso como una hostilidad encubierta a muchos grupos minoritarios o segregados a través de las acciones sutiles de la mayoría.
Las microagresiones, en sí, son breves y comunes actos verbales, conductuales o ambientales que comunican hostilidad, derogación, desaire negativo o insulto hacia cualquier persona.
Los efectos son devastadores: crean resentimiento, humillación, intolerancia, falta de respeto y, a su vez, se traducen en apatía, accidentes laborales, falta de compromiso, diminución de la productividad y bajo desempeño. No pueden desestimarse.
Ahora, para contrarrestar las microagresiones conviene generar estas acciones:
Declarar explícitamente al actor que lo que dijo fue insultante y reclutar aliados para corroborarlo. Se trata de volver visible lo aparentemente desapercibido.
Desarmar la microagresión. Preguntarle al actor cómo se siente acerca de lo que dijo o hizo, y establecer límites. Esto puede generarse desde el liderazgo de las organizaciones, pero también a nivel individual en cada una de las unidades y puestos de trabajo.
Educar al ofensor. Reconocer la brecha entre la intención y la comprensión, promover la empatía y desafiar al silencio o la indiferencia ante la microagresión. El eje central de esta acción es que quien ofende o humilla es probable que desconozca el alcance de sus acciones y se debe concientizarlo de la trascendencia de sus actos.
Buscar intervención externa. Encontrar apoyo a través de un sistema de amigos, grupos y asesoramiento. Se trata de e implementar una cultura laboral en la que la víctima no esté sola, que sepa a quien recurrir. Las redes de aliados son esenciales.
Conviene, asimismo, reforzar una cultura laboral en la que cada integrante del equipo de trabajo sea un defensor, no un espectador. Es decir, al testificar una microagresión dirigida a una persona o grupo marginado, desafiarlo inmediatamente para dejar en claro que el comportamiento es inaceptable, incluso si el objetivo no está en la habitación.
Es recomendable prestar más atención a la dinámica social. Esto es particularmente importante para los gerentes y ejecutivos que pueden volverse inmunes a las camarillas y alineaciones personales entre el personal. Asegurar de que todos estén incluidos tanto en las conversaciones como en las actividades.
Eliminar las microagresiones es un viaje lento, no un proceso inmediato. Requiere dedicación, diligencia y mayor conciencia para que todos se sientan vistos, escuchados y valorados en el trabajo y en la comunidad en general.
La cultura empresarial no se conforma con las acciones intuitivas y aisladas de todos los integrantes de un grupo, también es susceptible de moldearse desde la dirección y encauzar comportamientos y diálogos en el trabajo. Es decir, alentar el buen ambiente laboral nos corresponde a todos, y el liderazgo tiene un rol trascendental en la transformación de ambientes tóxicos a altamente respetuosos.